Luz de su pueblo

La microcentral hidroeléctrica Quenamari, una de las tecnologías implementadas por el proyecto Allimpaq, tiene en Benito Mamani a su peculiar administrador. Día a día la trabaja con miras a alumbrar a todos sus paisanos con un don que le apareció por el simple hecho de ser un ingenioso curioso. Esta es su historia

Al pertenecer a una zona alejada y de difícil geografía, la comunidad de Quenamari no gozaba de electricidad ni tampoco formaba parte de los planes de inversión de ninguna empresa de generación eléctrica. Por ese motivo, uno de los objetivos del proyecto “Mejora de las condiciones de vida de familias de alta montaña, reduciendo los riesgos ambientales a través del acceso y gestión de servicios básicos sostenibles” (proyecto Allimpaq) fue el aprovechamiento de fuentes renovables para producir energía. 

Gracias a ello se generó la implementación de una microcentral hidroeléctrica de 20kW, con miras a beneficiar a 110 familias. Fue una obra ejecutada en forma conjunta con el municipio de Maranganí y con la colaboración de la comunidad de Quenamari, quienes participaron en la mano de obra del proyecto. 

La obra estuvo en stand bye mucho tiempo. De hecho estuvo presupuestada por el Municipio desde un par de años antes de empezar con los trabajos, pero había desconfianza en el “producto final”, en el potencial funcionamiento. Y también dificultad tanto para trasladar el material necesario, como el hormigón o la arena fina, y para poder abrir la zanja en el cerro que permita el ingreso de las tuberías. La llegada de Soluciones Prácticas y del proyecto Allimpaq aceleró las cosas y se pudo por fin contar con la obra. 

Para que la microcentral hidroeléctrica funcione a medida de las expectativas, había que conseguir alguien que la sepa administrar. Que sepa de su funcionamiento y que lo regule con capacidad. El poblado de Quenamari propuso a Benito Mamani, un hombre de 32 años, delgado, de mirada esquiva y difícil sonrisa (como todo talentoso). Él no se negó, y pronto fue llevado a Cajamarca por el proyecto para que se capacite en el CEDECAP.

Benito llegaba con un innegable valor agregado: había sido el primer hombre en la historia de Quenamari en producir electricidad, incluso antes del arribo del proyecto. Eso lo sabía la gente de su pueblo y por ello ganó por unanimidad la votación con miras a la administración de la obra. ¿Cómo lo hizo?

Benito, quien ya estaba harto de una vida sin luz, nos cuenta que siempre fue un curioso, y que todo se generó gracias a su afición por montar bicicleta. “Vi que los dínamos de la bicicleta generaban electricidad, y decidí probar con eso. Poco a poco le fui agarrando el truco hasta que logré producir energía, que me bastaba para dos pequeños focos que me alumbraban por la noche, y también para escuchar mi radio. A ese invento lo bauticé como Electrovela”.

A Benito, entonces, no se le hizo muy difícil la capacitación en Cajamarca, y al poco tiempo empezó con sus labores en la microcentral hidroeléctrica. Tampoco se le hace difícil describir de paporreta el funcionamiento: “Funciona con la fuerza del agua. Aprovechamos eso y una máquina genera la electricidad. Luego se convierte en energía eléctrica para el uso doméstico y para el alumbrado público”, nos dice.

Benito vive a dos kilómetros de distancia de la microcentral hidroeléctrica, y diariamente hace el recorrido para cumplir con sus labores. Tiene dos hijos hombres, uno de cuatro y el otro de dos años. Algún día, como jugando, acabó con las noches oscuras de su vivienda. A partir de ello, sus hijos, a diferencia suya, prácticamente nacieron con energía eléctrica. Benito soñó con ser la luz de su hogar y lo logró. Ahora también es la luz de todo su pueblo.