Palabras alturadas

El canal perfecto

Admirador del orador mexicano Miguel Ángel Cornejo; ex miembro de la vida militar en el Perú; empedernido lector. Son tres características que ayudan a entender la personalidad de Germán Copsiconde, beneficiario del proyecto Paqocha, ayacuchano de nacimiento con un prolongado exilio costeño que ha regresado a su lugar de origen a trabajar con lo que considera una bendición: las alpacas. Ahora su misión está en mejorar sus técnicas de ganado y transmitir lo aprendido en su comunidad.

Lo primero que llama la atención al conversar con Germán Copsiconde es su léxico florido. La manera de articular cada palabra, de darse una pausa para esclarecer sus ideas y su vocación por inyectar en cada sílaba la serenidad propia de un sacerdote o de cualquier predicador de la fe. Copsiconde transmite paz. Estamos en la comunidad de Huatajocha, distrito de Sipao, en la Provincia de Lucanas, departamento de Ayacucho, una de las zonas beneficiarias del proyecto Organización de un sistema local de innovación y extensión agraria para el desarrollo sostenible de la actividad alpaquera en la macrorregión Apurímac-Ayacucho, denominado también “proyecto Paqocha”. Corre un viento traicionero y la altura (más de 4 mil metros sobre el nivel del mar) dificulta la conversación. Pero Germán luce sereno. Y contagia. 

Tiene 36 años y segundos antes de nuestra conversación lo vimos interactuar gentil con su esposa y su hija Noemí, quien tiene dos años de edad. La familia Copsiconde pronto tendrá un segundo hijo. Estamos ubicados en una zona elegida por Germán para implementar un corral pequeño en base a un empadre mejorado, sugerencia del proyecto. “El corral me va a servir para hacer un cambio genético que me permita mejorar la calidad de mis alpacas”. Por el momento el espacio está rodeado de piedras acomodadas simétricamente, pero faltan los materiales que lo convertirán en el corral esperado por Germán. “Acá no vivo yo”, nos dice, “mi casa queda abajo”, cuenta señalando un punto a lo lejos. “Acá tendría mucho frío, es un lugar ideal para las alpacas pero no para nosotros”. 

Germán es uno de los elegidos para formar parte de la escuela de kamayoqs del proyecto, quienes son capacitados para que puedan servir después como agentes de información hacia sus paisanos. Conversando con él es fácil deducir por qué fue señalado por su comunidad para actuar como representante. “Tengo llegada con la gente de mi pueblo, sé cómo hablarles y ellos me escuchan”. Las capacitaciones se dan tres días de cada mes, y Germán no se pierde ninguna. “Estamos en proceso de aprendizaje, queda mucho por avanzar, pero desde ya hay cosas que hemos mejorado”. 

La mejora en la gente de la comunidad de Huatajocha tiene relación directa con el cuidado de la alpaca. “En primer lugar –dice Germán con un tono de voz que oscila entre el del orador y el profesor de secundaria- hemos aprendido a organizarnos mejor. Es importante reconocer dónde estamos ahora y dónde queremos llegar”. Los alpaqueros beneficiarios por el proyecto Paqocha deben entender que sus técnicas del pasado no han sido las adecuadas, y para eso es fundamental que los kamayoqs como Germán se convenzan de ello. “Ahora sabemos seleccionar mejor las alpacas y reproducirlas de la manera más provechosa. También nos han ayudado con la elaboración de un calendario alpaquero que nos permite saber en qué épocas actuar de una u otra manera. Y a la vez hemos aprendido aspectos que no conocíamos, como la sanidad de nuestros animales”. Las alpacas ya no se enferman como antes, y el índice de mortalidad por esa causa ha disminuido. 

Con miras a contribuir a lograr un mayor grado de seguridad alimentaria entre las familias campesinas, el proyecto Paqocha tiene como uno de sus objetivos que éstas implementen adecuadas operaciones de compras y ventas conjuntas de insumos y de productos de la alpaca en mercados locales y regionales. Desde ya, Germán comenta que “no podemos comercializar sin criterio nuestros productos como fibra, carne o cueros, pues son nuestro mayor patrimonio. Hemos aprendido a trabajar con acopio, que quiere decir tener una reserva siempre de lo que producimos”.

Pero Germán sabe que aún hay mucho por mejorar, y que las localidades alpaqueras como la suya, ubicadas en la macrorregión Apurímac-Ayacucho, tienen el déficit de la escasez del agua. “Yo recuerdo en mis épocas de niño que mi madre trabajaba con las alpacas en un ambiente lleno de pasto verde. Ahora cada vez hay menos. Es por efecto del cambio climático”, señala Germán con toda la razón del mundo. Y se da tiempo para sugerir por dónde podría ir la ayuda: “Carecemos de recursos hídricos. Tenemos puquiales, pero requerimos hacer un riego de aspersión para construir repesas. Así almacenaríamos agua en tiempos de lluvia”.

La charla no podría terminar si Germán no resolviera el enigma de su buen léxico. “A mí una vez un profesor me dijo que el mejor amigo del hombre no es el perro, sino el libro. Me gusta leer de todo: filosofía, política, economía. Y también la Biblia, una lectura que me ayuda a mi formación ética y personal. Siempre trato de inculcarles la lectura a mis paisanos”, termina diciendo Germán. Ahora que tendrá la misión de transmitir lo aprendido con el proyecto en su comunidad, es más factible que le hagan caso. Llegada tiene, y de sobra.