Que llueva café (y miel) en el campo

Una mañana de verano, Luis Bobadilla Solorzano -cincuentaitantos años, mirada risueña, ojos caídos, manos recias- ha encendido el fuego como un curandero que inicia el ritual. En su finca de Tabaconas, en la provincia de San Ignacio, en el departamento de Cajamarca, el aserrín, ya encendido, empieza a formar nubes de humareda. Es el escudo necesario antes de entrar al apiario, donde resguarda sus cuatro colmenas bajo un techo de calamina. “Es muy importante tener un ahumador para trabajar con las abejas. 

El humo las espanta y las calma”, dice Bobadilla antes de enfundarse en una especie de uniforme tropical de astronauta. Lleva careta, sombrero, mameluco y guantes. Sus herramientas son sus manos y una pequeña palanca que emplea para mover o destapar las colmenas. La banda sonora es un zumbido constante. Solo entonces puede ingresar al espacio que ha acondicionado para sus colmenas. Pero, ¿qué hace un cafetero vestido así en una región donde el clima supera los 26 °C?

Desde hace un tiempo, él, junto a otros cafetaleros de la región, recibieron capacitación para poder diversificar sus ingresos: si el cultivo del café solo permite dos cosechas al año, ¿cómo podrían invertir su tiempo en una nueva actividad? Gracias al programa de formación técnica, brindado por Soluciones Prácticas, han podido obtener beneficios a mediano plazo, que le aseguren un nuevo canal de ingresos.

Este programa se desarrolla en el marco del proyecto binacional Perú-Bolivia Café Correcto, liderado por ProgettoMondo Mlal e implementado por el consorcio formado por la Junta Nacional del Café, Instituto de Promoción del Desarrollo Solidario INPET, Cooperativa Fortalecer, Coordinadora de integración de Organizaciones Económicas Campesinas de Bolivia (CIOEC-Bolivia), Federación de Caficultores Exportadores de Bolivia (FECAFEB) y Soluciones Prácticas, desde marzo 2015 a febrero 2019, con el financiamiento de la Unión Europea.

Hace veinticinco años, Bobadilla cultiva café en su finca. Es presidente del Comité de Cafetaleros Apícolas y socio de Aprovat., cooperativa conformada por quince pequeñas comunidades, que se ubican cerca al Santuario Nacional Tabacones Namballe. En total, son 174 agricultores que trabajan para promover una adecuada gestión de los recursos naturales y para la implementación de prácticas sostenibles en la producción cafetera. La caficultura es una de las actividades agrícolas más importantes de nuestro país que genera empleos a más de un millón y medio de pequeños y medianos productores.

Solo en el 2015 se exportaron casi cinco millones de quintales de café verde, equivalentes a 888 millones de dólares. Sin embargo, muchos de esos campesinos, los que están en contacto con la tierra, viven en condiciones de pobreza, la mitad de ellos no puede acceder a un seguro de salud, no existe ningún tipo de servicio previsional sobre el futuro y solo una cuarta parte, tiene alguna AFP. El objetivo entonces es que puedan desafiar esas condiciones y alcanzar una mejora en su calidad de vida.

Dentro del panal de Bobadilla, sí hay una estructura inamovible: la abeja reina pone los huevos; el zángano es el que la fecunda; y las obreras producen y acopian la miel. Confeccionar un apiario es un emprendimiento amigable con el café, porque conviven en armonía, y se inicia en la época de floración del café. La apicultura ayuda este proceso, durante la polinización de las plantas del café y la naranja.

La parcela, ubicada a 1252 msnm, tiene además una gran variedad de árboles maderables, como la shaina y bolaina, que forma parte de un proyecto integral de reforestación. En esa misma extensión, produce alrededor de 20 quintales por cosecha de la variedad Catimor -fruto y grano grandes, hojas nuevas de color café, cobrizo-.

Bobadilla también incentiva la apicultura dentro de su cooperativa. Incluso ha ayudado a otros miembros de la asociación a comprar sus primeras colmenas. José Santos Mendoza es uno de ellos. Él se unió al comité de apiario y ya tiene más de diez colmenas a su cargo. La inversión al inicio incluye comprar dos cámaras (una de cría y otra de miel), rejillas y marcos (conocidos como bastidores). Esto puede alcanzar los dos mil soles, pero la rentabilidad compensa: puede obtener una cifra similar en sus ingresos semestrales. Y al año, una colmena puede producir de cuarenta a cincuenta kilos de miel.

Actualmente, son treinta personas las que forman parte de esta nueva actividad económica, a la par de sus cultivos de café. Además ya piensan en nuevos planes de negocio y en una mayor capacitación. Si bien al comienzo, los apicultores novatos solo venden la miel que obtiene; pero Bobadilla es consciente que a mayores conocimientos, mayores posibilidades: pueden vender polen, jalea real y propolio (usado como remedio natural contra la bronquitis). Bobadilla y los demás socios caficultores de la cooperativa Aprovat presienten que esta vez, en el campo, no solo lloverá café.