Ser menos para entender más

Ingenieros trabajando por los bosques

En la cajamarquina Jaén, como en toda ciudad grande del Perú, se encuentra de todo. Todo lo malo, todo lo bueno. Dentro de lo malo, desde hace 30 años, la deforestación se anquilosó para corroer la salud, el ambiente y hasta el ánimo de los jaeneses. Pero desde hace cinco años, la reforestación se posicionó como una solución posible para las zonas aledañas de Jaén, que condicionan directamente su bienestar.

Uno de los proyectos más interesantes de la zona por su cobertura binacional es el de Bosque del Chinchipe. Dentro de los aliados principales se encuentra Cáritas Jaén, encargada de la implementación del trabajo en toda la Cuenca del Chinchipe peruano. Dentro de esta organización, encontramos a Víctor Hugo Sabogal, ingeniero forestal y técnico encargado de la provincia de San Ignacio, a tres horas de Jaén.

Sabogal, de 33 años, tiene entre sus tareas capacitar a los promotores de siete distritos del Perú desde cómo aprovechar la tierra para diversas finalidades como café, granadilla y árboles hasta materias de legislación forestal y fortalecimiento de líderes comunales, de la entrega de materiales, de la promoción de concursos, de la capacitación a formadores ambientales, entre otros. 

Sin embargo, para él la reforestación no es simplemente una enseñanza que debe transmitir. “No tengo ningún recuerdo de niñez ni juventud en el que el verde no haya primado en los paisajes, en mi casa, en mi escuela”, añora. Nació en Chachapoyas y de niño fue llevado a Bagua, donde corría entre cafetales y lluvia. “Desde ahí el olor al café me trae buenos recuerdos, y decidí que iba a dedicarme a eso en mi vida”, confiesa. 

El estudio en la Universidad de Cajamarca-Jaén y luego en los proyectos ambientales en los que se desarrolló, fueron esclarecedores para su futuro. “Ahora que veo que todo esta talado, que los árboles no son los mismos, me da pena”, cuenta. “Pero por eso tenemos que repotenciar la idea de reforestar esta linda zona cafetalera, que debe llegar a ser un gran punto turístico en poco tiempo. Si estamos en una zona fronteriza y tenemos hasta un parque nacional cerca (Tabaconas Namballe), ¿porqué no?”, se cuestiona.

El ingeniero es conciente de que si no se mejora la producción del café, no se logrará avances en la reforestación. “El café es la actividad principal, pero lo interesante es que ahora el campesino que tiene un fondo, no lo invierte en artefactos o bienes materiales, sino se preocupa por reforestar, porque ya entendió que deben ir de la mano ambas actividades, porque lo benefician”, comenta. “El que no reforesta está desactualizado, y la mayoría de campesinos al menos tiene veinte plantas”, añade.

Sabogal sabe que cada día que pasa, el reto es más grande, que el tiempo es muy corto para remediar el vasto daño ocasionado por décadas. Sin embargo al verlo acercarse a las familias de pueblos lejanos con una lección técnica acompañada de sonrisas y palabras de aliento, pensamos que los profesionales que trabajan en este proyecto pueden darles la confianza necesaria a los pobladores para cambiar su presente.

“Hay que ser menos para entender más a la gente”, dice. “Hay que ser menos ingeniero, aprender a ser más campesino, pero con técnica, porque si llegamos solo con palabras complejas, el agricultor se aburrirá y lo dejará en un tiempo”, agrega. La meta, indica, es que ellos también sientan como suyo este trabajo, para que sea sostenible de aquí a diez años, cuando las plantas ya empiecen a dar las hojas y madera esperadas.